Historias del Rock

 Cuando Oliver Stone decidió llevar al cine la vida de Jim Morrison, sabía que no estaba retratando a un simple músico. Estaba entrando en un territorio donde el rock, la poesía y el exceso habían creado una figura difícil de imitar y aún más difícil de comprender. Para darle vida a ese mito, eligió a Val Kilmer. Y lo que vino después no fue una preparación común: fue una inmersión total.

Kilmer pasó un año entero estudiando al líder de The Doors antes de que la cámara siquiera se encendiera. Aprendió cincuenta canciones, imitó su voz, su forma de caminar, la cadencia con la que miraba al público, la manera en que se desarmaba y se reconstruía sobre un escenario. Se vistió como él, habló como él, respiró como él. Incluso interrogó al productor Paul Rothchild para entender los momentos invisibles: los silencios, los rituales, las sombras detrás de la figura pública.

Su transformación fue tan profunda que en el set nadie lo llamaba Val. Era “Jim”. Los propios miembros de la banda, al escucharlo cantar, dudaban. Les costaba distinguir su voz de la del verdadero Morrison. Había logrado algo inesperado incluso para él: no solo interpretarlo, sino habitarlo.

Pero esa entrega tuvo un costo. Cuando terminó el rodaje, Kilmer tardó meses en desprenderse del personaje. Había vivido tanto tiempo dentro de Jim Morrison que despedirse de él fue una batalla silenciosa. Al final, su interpretación quedó como una de las más intensas y obsesivas del cine musical: un actor que cruzó la delgada línea entre arte e identidad para recrear un espíritu que no aceptaba imitaciones.


Mick Jagger, el eterno líder de los Rolling Stones, se movió silenciosamente a través de los tenue pasillos de un hospital de Londres, con Bob Dylan estoico, legendario, inconfundible caminando a su lado. Vinieron a ver a su viejo amigo Phil Collins, que ha estado luchando en privado con el empeoramiento de la salud.

Los testigos describieron el momento en que entraron a su habitación como "el tipo de silencio que solo la historia puede hacer. Jagger llevaba un ramo de lirios blancos; Dylan se sentó suavemente al lado de la cama de Phil, tomando su mano mientras los tres hablaban suavemente sobre la música, la amistad y la extraña forma en que el tiempo se dobla para aquellos que han vivido en su centro.

Phil, frágil pero sonriente, susurró una línea que hizo reír a los dos iconos a través de lágrimas catorce palabras que dejaron atónitos incluso a las enfermeras que escucharon: "Pasamos años persiguiendo etapas Pero el verdadero espectáculo era nuestras vidas juntos.

"Las enfermeras salieron en silencio para darles privacidad, sintiendo el peso del momento. Cuando las noticias de la visita se filtraron en línea, los fans inundaron las redes sociales con amor y oraciones, llamándolas una reunión de leyendas que entienden la fama, la amistad, y el frágil borde donde la vida se convierte.


En los últimos meses de su vida, Freddie Mercury redujo al mínimo su círculo cercano. Entre esas pocas presencias constantes estuvo Terry Giddings, su guardaespaldas y chófer. La imagen tomada en abril de 1991 frente a Garden Lodge registra a Mercury acompañado por Giddings, quien supervisaba sus traslados, visitas médicas discretas y la seguridad diaria en un periodo marcado por el resguardo absoluto.

El vínculo era de absoluta confianza: Giddings lo acompañaba en horarios inusuales para evitar miradas externas y estuvo presente en recorridos íntimos por la casa cuando Freddie quiso volver a ver su colección de arte. Esta fotografía se convirtió en uno de los últimos testimonios públicos de Mercury antes de su muerte en noviembre de ese mismo año, y sintetiza la lealtad silenciosa de quienes lo cuidaron en sus días finales.
En la foto: Freddie Mercury y Terry Giddings: abril de 1991

La gloria hippie radicó en la creación de una contracultura que popularizó el pacifismo a través de la música y la protesta, que universslmente fue el ícono símbolo de la Paz. El hippismo influyó en la conciencia social de las generaciones posteriores.


Los años 60 fue la era de los movimientos y los derechos civiles , el auge del movimiento hippie , la liberación sexual y el feminismo, todo ello acompañado por la explosión del rok and roll y
la aparición de nuevos iconos culturales y de la moda como la minifalda.


Durante una tarde de verano de 1964, los Beatles subieron al escenario en un estadio lleno en Chicago, interpretando "Things We Said Today. Mientras los acordes iniciales sonaban, la voz de Paul McCartney cortó el aire, vulnerable pero fuerte. Por un momento, el caos habitual de Beatlemania fue reemplazado por una intimidad tranquila. Los ojos de Paul se cerraron mientras cantaba, perdido en el anhelo nostálgico de la letra, mientras que la armonía de John Lennon resonaba perfectamente a su lado. "Sentía como si estuvieran cantando el uno al otro", dijo su productor, George Martin.

El momento fue crudo, sin pulir y profundamente personal, y resonó con los fans de todas partes. Las redes sociales se iluminaron con recuerdos, mientras los fans compartían cómo se sentían conectados a la canción de formas que no lo habían hecho antes. La actuación se hizo viral, no por su perfección, sino porque se sintió como un secreto compartido, un momento honesto y desprotegido. "¿Quién sabía que una canción podía hacer que el mundo se sintiera tan pequeño? ” publicó un fan, capturando la magia de la noche.


El joven Joe se enfrentó a las mismas luchas que cualquier artista: incertidumbre, viajes largos y momentos de duda. Sin embargo, su dedicación nunca vaciló. Mostró un coraje silencioso, un compromiso con las canciones que lo definieron y el público que creyó en él. Fue esta resistencia lo que le llevaría a través de décadas de música, y a través de los muchos cambios de la vida.


Keith Richards aparece recostado, en esa pose suya que mezcla desafío y serenidad, mientras detrás de él cuelga un cuadro de Bo Diddley, el arquitecto rítmico que enseñó al rock a caminar con cadencia propia. Lynn Goldsmith capturó el instante con precisión quirúrgica: Richards hijo espiritual del blues frente a la mirada inmortal del hombre que inventó un latido. No es Dylan, no es un poeta de carretera: es Bo Diddley, el que marcó el pulso, el que puso la caja y el ritmo que luego Keith llevaría a los Rolling Stones como si fuese fuego heredado.

La imagen es un diálogo silencioso entre maestro y discípulo. Uno pintado, eterno; el otro vivo, cargando la historia en los huesos. Un retrato donde el rock parece reconocerse a sí mismo.


La noche en que John Lennon dejó el mundo fue uno de ellos. Nueva York se sentía inusualmente quieta, como si la ciudad misma conteniera la respiración. La gente se reunió fuera de Dakota sin hablar. La luz de las velas parpadeaba contra el aire frío. Alguien susurró letras de Imagine, y otros se unieron suavemente, casi con miedo de romper el silencio.

Paul dijo: "Fue un golpe terrible. Yoko le dijo a la multitud, "John creía en el amor. Sus voces flotaban a través de la noche, llevando el peso de la pérdida pero también el calor de la memoria.
John había pasado ese día haciendo lo que amaba. Sonriendo. Creando. Planificando para mañana. La vida se estaba abriendo de nuevo para él. Y eso hace que la noche se sienta aún más pesada, porque se movía hacia la esperanza.

Sin embargo, incluso en el dolor, algo suave permaneció. Sus canciones. Su risa en cintas viejas. Sus palabras que todavía se sienten nuevas. John dijo una vez: "Todo será okay al final. Y de alguna manera, la gente se aferró a esa línea como si fuera una pequeña luz.

El mundo se volvió más tranquilo esa noche. Pero no vacío. Nunca está vacío. Porque su voz no se desvaneció. Viajó más lejos. En radios. En corazones. En los lugares suaves donde la gente guarda las cosas que importan.

Se fue temprano. Pero no se fue solo. Se fue rodeado del amor de millones que lo llevaron adelante.


James Marshall Hendrix, mejor conocido como Jimi Hendrix, nació en Seattle, Estados Unidos el 27 de noviembre de 1942. Fue un guitarrista, cantante y compositor estadounidense. Es considerado y citado frecuentemente por varios artistas, por diversas revistas especializadas en música, por varios críticos y la prensa en general y por la admiración y el cariño de la gente como el más grande guitarrista de la historia del rock and roll, además de ser uno de los mayores innovadores y más influyentes artistas en una gran cantidad de géneros. Hendrix fue incluido en el Rock and Roll Hall of Fame en 1992. En el año 2003, la revista Rolling Stone lo eligió como el mejor guitarrista de todos los tiempos y en 2004 lo incluyó en su lista de los mejores artistas de toda la historia (n.º 6). En 2009, la revista estadounidense Time lo situó como el mejor guitarrista de guitarra eléctrica de la historia, por delante de B. B. King, Chuck Berry, Jimmy Page , Keith Richards y Eric Clapton, entre otros.

Igualmente, en 2003 la revista especializada británica Total Guitar, con el voto de más de 4000 lectores, eligió a Jimi Hendrix como el mejor guitarrista de la historia del rock. Además posee el mejor riff en la historia de la música por su canción «Voodoo Child» según una encuesta realizada en 2009 por la página especializada británica Music Radar, superando a otras bandas de renombre como Guns N' Roses, Led Zeppelin y Deep Purple, entre otras. Madre de orígen nativo americana y padre afroamericano, con el nombre de Johnny Allen Hendrix. Le cambiaron el nombre por el de James Marshall Hendrix en memoria del hermano fallecido de su padre Leon Marshall Hendrix. El pequeño Jimi pasó sus primeros años en un barrio muy humilde y tuvo una infancia marcada por el divorcio de sus padres avenido cuando éste tenía apenas 9 años; como consecuencia, fue otorgado en tutela a su abuela paterna Nora Rose Moore, en ese entonces la única persona en grado de garantizarle un mínimo de estabilidad.

Su primer instrumento fue una armónica a los 4 años. Obtuvo su primera guitarra acústica a los 14 años por cinco dólares a un conocido de su padre, reemplazando el ukelele de una sola cuerda que su padre había encontrado limpiando un garaje. Aprendió practicando constantemente, mirando cómo tocaban otros músicos más experimentados como B.B. King; entre otros. En 1958, el año en que muere su madre, su padre le compró su primera guitarra eléctrica, una Supro Ozark blanca, aunque sin amplificador, con la que tocó en varias bandas locales. Ese mismo año su única calificación baja en la escuela fue una F en clase de música. Poco interesado en la escuela, que dejaría antes de graduarse, Jimi comenzó a dedicarse tempestivamente a la música: sus puntos de referencia, además del ya nombrado BB King y del pionero del blues rock, Eric Clapton, fueron guitarristas de la escena del blues de Chicago como Elmore James, Muddy Waters o Albert King, por no hablar de leyendas del más sobresaliente delta blues, como Robert Johnson, Leadbelly, y del rock and roll como Chuck Berry. Hendrix murió a la edad de 27 años, el 18 de septiembre de 1970, en Londres, Inglaterra, Reino Unido.


En un capítulo de su libro autobiográfico “Dreaming Japanese”, Marty Friedman reveló que sufrió un fuerte ataque de pánico en diciembre de 1999 que casi lo obliga a abandonar Megadeth antes de lo planeado.

Aquí lo que contó Marty:
“No podía dejar de temblar, no había forma de que pudiera dormir. Me quedé despierto toda la noche nervioso y cambiando de posiciones en la cama. Era la mañana de Navidad, y esperé a que sea una hora razonable para llamar a Steve Wood, quien era nuestro tour manager. Le dije que estaba en el hospital y que no había forma de que pudiera volver a Megadeth en un par de días.

Me dijo: “Marty, cálmate. Pensemos esto racionalmente. ¿No me estás diciendo que vas a perderte la gira, verdad?”

Tal vez estaba siendo paranoico, pero sentí un pequeño tono de amenaza en su voz. Le respondí: “¡No hay una maldita manera de que pueda a ir a cualquier lado en estas condiciones! No lo entiendes. He estado en la sala de emergencias toda la noche y sigo temblando como si fuera un drogadicto. No tengo idea de qué está mal conmigo y definitivamente no parece que me recuperaré pronto.

¿Lo entiendes? Es algo serio. ¡Voy a morir! No hay forma de que siquiera pueda pensar en tocar la guitarra. Olvídate de ir al aeropuerto y subirme a un avión, ni siquiera puedo caminar.

“Escucha, no llames a nadie más”, dijo Steve, manteniendo su compostura. Como un tour manager con experiencia, él ya había atravesado situaciones mucho más difíciles que esta. “Solo intenta recuperarte. Hablaré con la banda y les diré que se preparen para lo peor pero que esperen lo mejor”.

“¡Hombre, no puedo caminar!” Reiteré. “Ni siquiera me puedo mover, estoy temblando en la sala de emergencias y no tengo ni idea de qué está pasando así que, que se jodan todos y que se joda toda la maldita gira. No va a suceder”.

La siguiente fecha de la gira era el 27 de diciembre en Denver.

Steve me llamó el 26 de diciembre, me preguntó cómo estaba y me pidió reconsiderar volver a la gira. Que se jodan, en lo que a mí respecta, jamás iba a salir de gira con Megadeth de nuevo.

“Sé que prometí quedarme en la banda hasta marzo, pero eso simplemente no es posible. No estoy tratando de salirme de nada. Quisiera poder ir, pero ni siquiera sé si podré tocar de nuevo. No puedo ni ir al baño por mi cuenta, no hay forma de que pueda tocar un show”.

Steve estaba haciendo su trabajo y estaba en problemas. Megadeth estaba jodido si no podía tocar ya que no tenían a nadie que me reemplace en tan poco tiempo. Steve casi me rogó que intente llegar a Denver para cuando empiece el show. Volar el mismo día de un concierto nunca es una buena idea ya que un vuelo retrasado puede causar un desastre.

Aún si llegaba al aeropuerto, necesitaría tiempo extra para intentar manejar mis síntomas.

Parecía imposible, pero cuando Steve sugirió que mi entonces esposa Chihiro me acompañara y guíe en todo momento, lo reconsideré. Steve se aseguró que todos los vuelos estuvieran reservados, las limosinas esperándome, y que todos los detalles estuvieran listos antes de llamarme.

Pensé que tenía pocas posibilidades de llegar al show a tiempo, y mucho menos de tocar un set, pero como Steve se había asegurado de hacer todo esto lo más fácil posible, accedí a intentarlo, algo que no creo que haría por nadie más. Estaba drogado con todo tipo de tranquilizantes que ayudaban a que mi corazón no se saliera de mi pecho, pero tenía esta mala sensación en la boca que no se iba.

El vuelo de Phoenix a Denver son sólo un par de horas, así que me aseguré de ir en el vuelo más tarde posible. Si todo salía bien, llegaría justo a tiempo para cambiarme de ropa e ir directo al escenario. Acepté intentar hacer el show, pero nunca prometí lograrlo.

Chihiro me llevó a la limosina y nos apresuramos en llegar al lugar del concierto a tiempo. En backstage, la tensión era evidente, pero estaba demasiado preocupado en recuperarme como para preocuparme en lo que cualquiera piense. El público de Denver ovacionó mientras las luces se apagaban, sin saber las molestias que yo había causado, y subí al escenario.

No había tocado una guitarra desde la última canción que tocamos en Corpus Christi [el 22 de diciembre], y considerando que estaba en medio de la experiencia más traumática de mi vida, esperaba que mi ejecución fuera mediocre en el mejor de los casos.

Sin embargo, apenas empecé a tocar, recuperé el control total como si nada hubiera pasado. Toqué con abundante agresividad e hice mis movimientos en el escenario con normalidad y sin pausas. Cuando me acerqué a David Ellefson o Dave Mustaine, ellos estaban en total desconcierto, para ellos, hace un minuto estaba lleno de ansiedad y sin poder caminar y el siguiente estaba completamente normal.
Estaba sorprendido ante mi transformación, y ellos también, pero en lugar de celebrar mi abrupta recuperación, me miraron con sospecha -y con justa razón- como si toda mi historia del ataque de pánico hubiese sido una excusa inventada para no volver a la gira.

Para los fans, fue solamente otro genial concierto de Megadeth.

Apenas nos bajamos del escenario, me subí a una limosina y fui llevado a un hotel diferente al del resto de la banda. Por más que no quería aumentar el resentimiento que estaba creciendo entre nosotros, la única manera en la que completaría los siguientes shows sería con mis propios horarios.

Sin conversaciones ni confrontaciones, sin noches sin dormir, sin aparatosos viajes en autobús. Necesitaba un ambiente de paz y libre de tensiones todo el día, todos los días para poder hacer esos 90 minutos sobre el escenario.”

Marty terminaría abandonando Megadeth de forma definitiva apenas unas semanas después, el 9 de enero del 2000.



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